Me gustaría hoy estar ahí con todos vosotros, reunidos para recordar a una de las mejores personas que la vida me ha dado.
A mi corta edad de 16 años puedo afirmar que la muerte de alguien tan importante para uno es el sentimiento más duro y desolador que puede existir. Hace un año que me dieron una noticia para la que ni siquiera hoy estoy preparada, a pesar de que ya hayan pasado 365 días desde entonces. El abuelo se había ido. Se había ido para no volver.
Yo siempre he pensado que el humano es más fuerte que la muerte y que aunque se llevó su cuerpo jamás se llevará su alma porque con nosotros quedó su sabiduría, su inquietud por lo desconocido, su alma cazurra, sus chistes, sus miles de fotocopias, sus paseos a cualquier hora, todas las tardes que me recogía del colegio, su sonrisa de pícaro, su entrega por todos y sobre todo su amor por su familia, porque nunca he conocido a nadie que valore tanto la familia como él lo hacía.
De él aprendí muchas cosas, siempre fue y será mi gran maestro. Ojalá hubiese podido saber que estoy cumpliendo uno de mis grandes sueños. ¡Cómo te quiero abuelo!… “Yo mucho más mi pequeñina.” me respondería él.
Y es que esté donde esté, siempre estará conmigo.
Marina
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