“Ojalá en el futuro mi hija sea una persona tan maravillosa como tú Marina” fue lo primero que me dijo Profa al entrar en su clase este martes.
Creo que jamás me habían dicho algo tan bonito e inesperado como aquello. En el momento reaccioné poniéndome roja, dedicándole una de mis sonrisas y dándole las gracias. “Una reacción muy típica de Marina” estaréis pensando los que me conocéis.
En cuanto tuve un momento escribí a mi madre para contárselo (cuando te descargues WhatsApp te escribiré a ti también papá) porque si de algo me he dado cuenta durante estos 8 meses, ha sido que la persona que soy es un reflejo de la educación que mis padres me han dado.
Obviamente comentarios de ese tipo te reconfortan porque sabes que algo bueno estás haciendo, pero sobre todo te obligan a auto analizarte, así que allá vamos…
Siete meses y medio dan para mucho que pensar, tienes momentos de estar sola, momentos en los que o bien te puedes agobiar por la soledad o por el contrario aprovechar para encontrarse a una misma. (Y para que mentir, en bastantes ocasiones he optado por la primera opción. Aún tengo que trabajar en mi optimismo)
Con el comentario de Profa, una de las personas que mejor me conoce en USA, me di cuenta que por fin he alcanzado uno de los objetivos principales por los que había venido a vivir esta aventura: saber quien soy en realidad y conocerme a mí misma. Y lo mejor de todo es que he sido capaz de mostrar mi ‘yo’ a las personas de mi entorno y ellas me han sabido valorar tal y como de verdad soy.
Durante todo este tiempo en Estados Unidos me he convertido en una persona más madura, más independiente, más fuerte, he disfrutado, he sufrido, he aprendido a valorar muchas cosas a las que antes no les daba importancia, he tenido que tomar decisiones por mi cuenta, he llorado de tristeza, de alegría y de decepción (e incluso he llorado por llorar), he conocido facetas de mí que ni siquiera yo conocía, he empezado a valorarme. (Esto no quiere decir que no me queden muchas cosas que cambiar y mejorar) Pero sobre todo he aprendido a agradecer todo lo que la gente de mi alrededor ha hecho por mí hasta ahora. Aquí me paro para dar las gracias a las dos personas que jamás me fallan, gracias papá y mamá por haberme educado en un ambiente de tolerancia, amor, respeto y por haberme dejado siempre ese margen para ser ‘yo’. Os quiero.
Me queda un mes y medio en este lugar, un mes y medio para disfrutar del comienzo de la nueva y mejorada Marina. Ahora como dirían mis padres “a aprovechar al máximo el tiempo que te queda, Marinosqui”
Espero que todos acabéis encontrando vuestro yo, y si ya lo habéis hecho, a disfrutarlo, no sabéis lo bien que sienta.
Marina.